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70 El “silencio comunicativo” en contextos interculturales/Valtierra-Zamudio/61-75
espacio y el tiempo de preparación de los alimentos y también cambió. Ya no había distractores como la
el momento de su ingesta precisa respeto, es decir, el elaboración de tortillas, en el caso de Lupita, o niños
silencio podría ser una máxima de respeto. 18 llorando, como en el caso de Manuel. Ahora todos
De esta primera escena, si se toma la idea de comíamos alrededor del fogón.
Haverkate (1994, p. 12), “existen al respecto diferencias Para una cultura no indígena este tiempo se
interculturales no sólo a la manifestación formal, aprovecha para conversar o para intercambiar
sino también a la función interactiva de las normas puntos de vista. En este ambiente de convergencia
vigentes en cada cultura específica”. Así, en síntesis, de diferentes culturas –hombres comiendo, mujeres
a diferencia de las costumbres conversacionales de la atentas a lo que necesitábamos, tojolabales (el jefe
cultura de JP, la manera de establecer una interacción de familia, el hijo mayor y dos niños) y mestizos (un
con actores que pertenecen a otra cultura y en un misionero y un antropólogo)– se podía identificar una
contexto como en el que sucedió es respetar los tensión ante FTA, traducido en apariencia en silencio
silencios y la jerarquía o rol, en este caso de Manuel, y buscando que no hubiera un cruce de miradas
para que fuera él quien iniciara la conversación, pues (Notas de campo, 7 de noviembre de 2010). 21
él fue quien invitó a JP a comer y a compartir con su Después de terminar de comer, JP intentó de
familia ese espacio y momento. nuevo entablar una conversación. Ahora la mecánica
Las consecuencias pudieron haber sido factores fue generar empatía a través del halago: “Ay, hermano
suficientes para explicar el resultado de la interacción Manuel, hermana Marta… jel x’ajb’ani [muy sabroso]
que tuvo más adelante durante del encuentro. la verdad” (línea 17). Esto propició un efecto en la
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familia, fue un acto de habla que se tradujo como
cortesía (Leech, 1983) que reflejó la incomodidad
II. Segunda parte de JP ante tanto silencio, o frustración por no poder
En esta parte, entre las líneas 13 y 16, destaca el iniciar una charla.
hecho que JP insiste en establecer una conversación. El resultado de lo anterior motivó, en primer lugar,
La estrategia que lleva a cabo es cambiar de tópico que Manuel pidiera a su esposa que sirviera más
y así evitar el silencio; sin embargo, el contexto comida a JP, pero la reacción de JP fue rechazarlo porque
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18 Leech (1983) establece que entre las máximas de cortesía hay una que podría formularse como un silencio evitado o seguir hablando para evitarlo
durante una interacción. Para Leech, el silencio es un acto indeseable en una conversación.
19 Un aspecto intermedio (entre el primer y segundo momento) se encuentra en la línea 10, cuando JP agradece la información de Lupita y determina el
fin de la conversación con ella. En la línea 12 se dirige a mí, aclarando la importancia de aprender esa frase, trazando así una línea que separa la identidad
de “nosotros” y los tojolabales, pues la dirección está focalizada a nuestros intereses. Pero también es claro que yo sirvo en ese momento como una
suerte de comodín para que JP no sienta haber perdido su turno de habla y evitar así otro silencio prolongado e incómodo.
20 La incomodidad del silencio también se observa en mi persona, que más allá de estar registrando el evento también percibía dicha incomodidad. Esto
es notorio cuando en la línea 15 hago un comentario a JP: “Tás muy callado ahora”.
21 Según la explicación del misionero Ramón Castillo, con más de cuarenta años de experiencia trabajando con los tojolabales, “la disposición de las
personas en un contexto como el de la cocina, que también se usa como comedor, conlleva un significado más profundo que simplemente ingerir
alimentos. La gente come alrededor del k’ak’ (fogón) no sólo para tener acceso a los alimentos. De hecho, es la mujer, en específico la `madre de familia´,
quien detenta ese espacio. Yo no podría tomar una tortilla, ni el jefe de familia, del comal porque irrumpiría en un espacio que no me pertenece. Comer
alrededor del k’ak’ también implica mantener un contacto visual con los demás; es decir, una convivencia. Se guarda silencio, la responsable de servir los
alimentos no come hasta que todos hayan terminado, por lo general las mujeres comen aparte (aunque eso puede deberse a que estamos presentes).
Pero existe un momento en el que todos están definitivamente sentados alrededor del k’ak’. Esto tiene sentido porque parte de la convivencia consiste
en tomar café, quizá comentar algunos aspectos sin que eso implique un habla continua, pero también es el lugar en donde reciben calor, sobre todo en
la noche. [Se decía] en una reunión de catequistas que el k’ak’ no sólo es el fuego, sino el lugar que se relaciona con el alimento, con la reunión familiar,
donde descansa el cuerpo y recibe calor, es la fuente de luz antes de dormir. Esta distribución y análisis superficialmente semiótico arroja un dato muy
importante. Al invitarnos a sentarnos alrededor del k’ak’ […] puede significar algo más que una fórmula de cortesía; es decir, una aceptación deferencial,
pero también sincera para convivir con ellos. Sin embargo, existe una diferenciación en el momento, por ejemplo, que a nosotros nos proporcionan
cubiertos para comer, en lugar de permitirnos comer con la tortilla el caldo de frijol. Violar ese espacio íntimo hablando mucho, preguntando, o pidiendo
hacer uso de algo sin saber qué significado tiene para ellos es una falta grave que se comprende por el hecho de que somos otredad. Ahí se está
determinando nuestra alteridad desde la tojolabalidad” (Valtierra, 2013, p. 239).
Tequio, enero-abril 2020, vol. 3, no. 8