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8    Filogenia: conceptos y generalidades/Leopardi-Verde & Escobedo-Sarti/7-25











                Introducción

                      na parte importante del pensamiento humano se basa en comparaciones, por ello podemos saber si
                      hace más o menos calor en un día soleado, si un alimento es dulce o salado, opinar sobre un sistema
                Upolítico, etcétera. De la misma manera, el pensamiento comparado es una parte esencial de cualquier
                persona que se dedica a la investigación de la biología evolutiva en sus distintos ámbitos, debido a que a través
                de las comparaciones se pueden descubrir y describir los patrones que caracterizan a los grandes fenómenos
                evolutivos (Harvey & Pagel, 1991).
                   La biología evolutiva comparte con otras ciencias –como la astronomía y la geología– la tarea de interpretar
                fenómenos que son imposibles de comprender si no se conoce su pasado (Harvey & Pagel, 1991). De hecho, la
                biología evolutiva puede considerarse parte de la sistemática, que para autores como Simpson (2019) incluye
                tanto a la taxonomía como al estudio de la evolución. La taxonomía se encarga de identificar a los seres vivos,
                describirlos, nombrarlos y clasificarlos, todo esto con reglas establecidas; en el caso de la botánica, en el Código
                Internacional de Nomenclatura de Algas, Hongos y Plantas (Turland et al., 2018).
                   El estudio de la evolución se centra en  comprender  los patrones y procesos  que dieron origen  a  los
                organismos tal como los vemos hoy, o en otras palabras, busca elucidar la historia de la vida. Esa historia puede
                analizarse a grandes rasgos en dos escalas: la microevolutiva, que está enfocada al estudio del cambio genético
                que acumulan las distintas poblaciones que conforman una metapoblación; normalmente, la escala temporal de
                esta aproximación está prácticamente circunscrita al presente y quizás a algunas decenas o cientos de años.
                La segunda escala es la macroevolutiva, en donde se estudian los cambios de linajes completos (conjuntos
                de especies) a lo largo de periodos de tiempo que corresponden más a la escala geológica, desde miles hasta
                millones de años (Herron & Freeman, 2014). La herramienta básica con la que se cuenta en biología evolutiva
                para expresar las hipótesis de relaciones ancestro-descendiente que conforman esa historia y para hacer
                inferencias sobre los patrones y procesos que pudieran explicarlas son las filogenias.
                   El enfoque microevolutivo utiliza marcadores moleculares altamente variables o secuencias y numerosas
                muestras de miembros de la misma especie. Según Hayward, Tollenaere, Dalton-Morgan & Batley (2015),
                un marcador molecular es un loci genético (una parte del genoma) que puede ser fácilmente rastreado y
                cuantificado en una población (o en un linaje) y que podría estar asociado con un gen o un carácter de interés.
                Esta información es procesada con herramientas estadísticas que permiten conocer el grado de variación o
                diferenciación entre las poblaciones e interpreta las relaciones entre éstas, básicamente utilizando un modelo
                de red en el que potencialmente todas las poblaciones pueden intercambiar información genética entre sí, lo
                que se expresa a través de alelos (las diferentes versiones que puede tener un gen) o haplotipos (conjunto de
                polimorfismos que se heredan juntos) compartidos o únicos. Este enfoque presupone que las especies están
                conformadas por poblaciones genéticamente vinculadas a través del intercambio ocasional de material genético,
                sea como gametos o en forma de individuos (Templeton, 2006; Herron & Freeman, 2014).
                   El enfoque macroevolutivo utiliza caracteres morfológicos y/o moleculares, estos últimos, aunque pueden
                ser de diversa índole, usualmente son secuencias de ADN de regiones específicas con grados de variación
                proporcionales a la profundidad con la que se quiera hacer el estudio (Wiley & Lieberman, 2011). En plantas, por
                ejemplo, para investigar grupos con divergencias profundas se han utilizado secuencias de regiones con un alto




                                                 Tequio, enero-abril 2021, vol. 4, no. 11
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