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mayo-agosto - 2020 / 3(9)
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Fecha de recepción: 6 de mayo de 2020
Fecha de aceptación: 5 de junio de 2020
Conceptos previos
La Organización Mundial de la Salud (OMS)
define como zoonosis (del griego zoo= animal
y nosis= enfermedad) a las enfermedades que
de manera natural se transmiten de animales
vertebrados al hombre y de éste a ellos, las
cuales pueden abarcar más de 70% de las
patologías del mundo (Espinoza, 2019). Este
término también se aplica a los padecimientos
infecciosos, bacterianos, víricos, fúngicos y
parasitarios que afectan tanto a humanos como
a animales.
Se pueden dividir en antropozoonosis, que son las enfermedades
transmitidas de las personas a los animales, como la tuberculosis*
humana; en zooantroponosis, aquellas que se propagan de los
animales a los humanos, por ejemplo, la brucelosis*, y en amfixenosis,
donde es posible transferir la infección en los dos sentidos, como
sucede con las infecciones por Stapylococus aureus* (Darwich,
2014; Espinoza, 2019). Esta transmisión puede ocurrir a través de los
alimentos, el agua, del contacto directo con animales, por fómites* o
contaminación ambiental (OMS, OIE & FAO, 2019).
Es de suma importancia considerar que el animal o persona que
transmite el agente causal de la enfermedad no necesariamente se
contagia a causa de éste, por lo que es un portador silencioso. Los
individuos afectados –con o sin signos de la enfermedad– pueden
diseminar el agente y contribuyen a su permanencia, convirtiéndose
en reservorios (Selva, 2019). La presencia de portadores y reservorios,
y su movilidad combinada con la interacción con el medio ambiente
forman redes complejas que dificultan el control y erradicación de las
zoonosis.
SARS-CoV2: ¿qué pasa en
animales domésticos y silvestres?
Fuentes & Ramírez